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Nació en Viloria, Alava, en una humilde familia. Un día, mientras pastoreaba sus ovejas a las orillas del Ebro, oyó la voz de Dios que le llamaba a su servicio. Acudió al monasterio de San Millán de la Cogolla, pero no fue admitido. Tampoco en Santa María de Valvanera, por lo que se decidió por la vida eremítica. Y en los montes que rodean al San Lorenzo, pasó cinco años dedicado a la oracion y penitencia.
En la Edad Media cobró gran auge—junto con Roma y Jerusalén— la peregrinación a Santiago de Compostela, nuestro santo se convirtió en el buen samaritano, el ángel protector de los romeros a Santiago, mejorar los caminos, preparar albergues, movido únicamente por su deseo de ayudar a los peregrinos. Construyó primero una ermita dedicada a Santa Maria desde la que exploraba el horizonte para acudir en ayuda de cualquier prójimo en apuros, y más adelante, un albergue, donde funge de albañil y enfermero. Luego busca recursos y levanta el famoso puente sobre el Oja, que todavía subsiste, tras diez siglos, y años más tarde tala montes y construye una calzada, que actualmente lleva su apellido. Muchos al ver su esfuerzo y los frutos de su obra, deciden colaborar con él, naciendo la ciudad de Santo Domingo de la Calzada.
San Juan de Ortega y Santo Domingo de Silos, que lo conocieron, indicaron las múltiples obras de caridad llevadas a cabo durante más de sesenta años por este benefactor insigne de la humanidad.

Santos Nereo y Aquiles

Tuesday, May 12, 2015

Los peregrinos de Roma conocen bien las dos basílicas de los santos Nereo y Aquiles: la que fue erigida sobre sus respectivas tumbas en el cementerio de Domitila, junto a la vía Ardeatina (siglo IV) y la que les dedicó el papa León III (795 en el interior de la Ciudad, al comienzo de la vía Appia. Al igual que San Sebastián, Nereo y Aquiles servían en el ejército en tiempo de Diocleciano. Si se ha de creer al papa Dámaso, no eran todavía cristianos al desencadenarse la persecución (304), sino que fue el entusiasmo de los mártires lo que les valió el don de la fe en Jesucristo. Un fragmento de escultura de la basílica Ardeatina representa la ejecución de Aquiles: sobre su nombre se ve a un personaje que, atadas las manos a la espalda es decapitado por el verdugo. ¡Ojalá que, como hermanos al servicio del Imperio y hermanos en la fe para dar el testimonio a Aquel que es el único Señor, se dignen otorgarnos «su fraternal intercesión» ante Dios.

San Pancracio

Tuesday, May 12, 2015

Es un jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declararse creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo.

Dicen que su padre murió martirizado y que la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: “Este relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan valiente como lo fue tu padre”.

Un día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba, y el jovencito le respondió: “Es que en la escuela me declaré seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles: “En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo”. (Hechos 6,41).

Al oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó emocionada: “Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre”.

Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de decir que Cristo es Dios. El valiente joven proclamó con toda la valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo.

Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos por que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros. De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su fidelidad a la verdadera religión.

Allí en Roma se levantó un templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo.

San Pancracio: ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres.

FUENTE: www.ewtn.com